Nuestra primera visita a un dentista suele venir acompañada de múltiples sensaciones entre las que destacan el miedo y la curiosidad. Y debemos saber que ese primer encuentro, esa un tanto extraña toma de contacto, resultará fundamental para la salud de nuestra boca.
Lo correcto es visitar a nuestro dentista de confianza de forma periódica para que esté al corriente de nuestra salud dental. Para ello debemos establecer un vínculo médico-paciente así como un alto nivel de conocimiento mutuo y confianza. Esa relación, como es obvio, se inicia en la primera visita.
A nivel médico, en la primera visita es cuando se recopila toda la información bucal de un paciente para poder iniciar un tratamiento correcto. El odontólogo, como cualquier otro profesional de la medicina, debe tomar su tiempo en estudiar nuestro caso concreto en base a toda la información que podamos ofrecerle y a la que obtenga en sus primeras observaciones. Por ello, en esa primera visita se realizan radiografías, fotografías y/o modelos de escayola de la boca del paciente. Todos estos datos son los que nos permitirán realizar un diagnóstico, detectar un posible problema e iniciar el tratamiento más adecuado.
Por todo ello, y como hemos mencionado al inicio, debemos remarcar la importancia de esa primera visita al dentista. Sin duda, la más importante de todas las visitas.
